lunes, 8 de noviembre de 2010

CORTESÍA SELECTA

Hoy me he montado en el autobús, es uno de esos días en los que no voy leyendo, ni escribiendo, ni pensando mientras miro por la ventana recordando momentos pasados o imaginando situaciones futuras.
Hoy simplemente estaba en el autobús, sentada en mi lugar favorito, mirando a las personas que suben y bajas, que vienen y van.
De pronto en una parada se quería subir una mujer que llevaba un carrito con un bebé. El autobús es de los antiguos, de los que tienen una barra vertical en el centro de las dos puertas. La señora advierte al conductor de que el carro no entrará por el hueco, el carro es casi 4x4 y tiene unas ruedas traseras muy anchas, pero este se obceca en que sí, pretende enseñar a la señora a manejar el carrito de su nieta, que seguramente use todos los días. Incluso se sale de su habitáculo e intenta ayudar a la señora. Las puertas traseras del autobús siguen abiertas y todos los pasajeros nos quedamos observando la escena preguntándonos por qué no la deja subir por detrás de una vez.
Al final lo hace y la señora se dirige a la puerta de en medio del autobús, todos se apartan a su paso, ya que el pasillo está llenos de personas. En el hueco para carros y sillas de ruedas había dos personas que al instante se apartan para que pueda aparcar. La señora pide un asiento de los reservados y se produce un auténtico movimiento de ajedrez por parte de las señoras allí sentadas para dejar el asiento más cercano al carro para la señora, que coge al bebe y se sienta.
En la siguiente parada había un señor, con un carrito simple, como los que regalan a las niñas por reyes y con un niño de unos dos años, que entra andando. En una mano el carro y en la otra el niño, se acerca a la zona de parking sorteando a las personas del pasillo. Al llegar, con el niño ya sentado en el carro, se encuentra con un obstáculo, el autobús ya ha arrancado y las dos personas que taponan el hueco libre lo miran, pero no apartan. Él sabe que así no se puede quedar, si el autobús frena de golpe el niño se le caerá, así que le pone los frenos al carro al lado del que está estacionado con todos sus derechos y deja su carro en doble fila, ha visto dos asientos y se lleva a su hijo hacia atrás sorteando a las personas del pasillo. En cuanto las dos personas que taponaban el aparcamiento se retiran el señor, sin demora, se levanta y aparca por fin su carro en el hueco.
Mi duda es si la segunda situación se hubiera dado si el señor no hubiera sido negro.
5/11/10